La Aceptación de la Conducta
Los niños son juzgados frecuentemente por la conducta que manifiestan en una situación dada. Algunos adultos se inclinan a considerar únicamente la conducta exterior, y olvidan que los pensamientos, los sentimientos y las imágenes que se forman en la mente de los niños influyen en esta conducta exterior. Los niños pueden estar heridos, asustados, enojados, impacientes, ansiosos o angustiados. Incapaces de verbalizar estos sentimientos, sus acciones hablan por ellos.
Es tan importante que los maestros sean capaces de "leer" la conducta, como lo es que lean el símbolo impreso.
Para que el maestro pueda leer la conducta debe conocer al niño retraído, al que es demasiado tranquilo o callado, al que tiene actitudes hostiles, al que muestra una ansiedad excesiva, al que es demasiado sumiso, al que anhela agradar a todo el mundo, al rebelde y al que siempre exige que se le preste atención. Sea cual fuere el tipo de conducta que exhiba el niño, ésta es la que determina la forma en que dirá: "Estoy aquí. Quiero que adviertan mi presencia. ¿Por qué no me ven?"
Para que el maestro pueda leer la conducta debe conocer al niño retraído, al que es demasiado tranquilo o callado, al que tiene actitudes hostiles, al que muestra una ansiedad excesiva, al que es demasiado sumiso, al que anhela agradar a todo el mundo, al rebelde y al que siempre exige que se le preste atención. Sea cual fuere el tipo de conducta que exhiba el niño, ésta es la que determina la forma en que dirá: "Estoy aquí. Quiero que adviertan mi presencia. ¿Por qué no me ven?"
Aceptar la conducta tiene la misma importancia que leer la conducta.
Intelectualmente, muchos maestros son capaces de leer la conducta sintomática de los niños. Comprenden que el niño, mediante sus actitudes hostiles, está diciendo en realidad: "Necesito ayuda. Necesito sentirme adecuado e importante. No sé cómo comportarme mejor de lo que lo hago."