¿Como le explicas a un niño pequeño que hace un Psicólogo?



Un profesor un tanto desconcertado, había tomado apuntes de las respuestas de sus alumnos y comenta; "Problemas, problemas, todos han respondido lo mismo. 
Si le responden a un niño pequeño que arreglan problemas, lo más probable es que ese niño se identifique con ser un problema, de estar mal o que es un problema para alguien más, y sentirá que esa es la razón del porqué esta ahí contigo, en otras palabras lo estigmatizaran en los primeros segundos de la sesión."
¿Los alumnos ahora confundidos le preguntan al profesor cual es la respuesta correcta?
 "Vosotros futuros psicólogos estáis aquí para hacer este mundo un poco mejor, más feliz. Con una respuesta así, puede que se conviertan en un personaje interesante para el pequeño."

Fue una pregunta que hizo un profesor a sus estudiantes de Psicología, un niño pequeño llega a tu consulta traído por sus padres de parte del colegio, probablemente por problemas de conducta. Al empezar la sesión, lo primero que pregunta es ¿quien eres tú, que haces?  

ELÍAS VA AL PSICÓLOGO (Cuento)

–¿Por qué lloras, hijo?
–Mamá me ha dicho que mañana tenemos que ir al psicólogo.
–Sí, ya lo sé –dijo el padre mientras le acariciaba el pelo–, yo también vendré.
–Yo no quiero ir –exclamó Elías enfadado.
–¿Y por qué no, hijo? ¿Qué tienes miedo?
–No, yo no tengo miedo de nada. ¡Ya soy grande! –protestó Elías disimulando su
miedo delante del padre.
–Ah… Pero yo soy muuuuuucho más grande que tú –le dijo el padre mientras lo
acurrucaba en sus brazos e iba dando vueltas sin parar– y, a veces, tengo miedo.
–No, no es verdad esto de que tú tengas miedo… Lo dices para tranquilizarme.
Entonces, Elías se cruzó de brazos, puso morros y le dio la espalda al padre para
que no lo viera llorar.


El padre se sentó en una silla que había cerca de donde se encontraban y le dijo
a Elías que fuera a su lado. Elías, que estaba muy asustado, hizo lo que le pidió su
padre sin protestar y se sentó a su lado.
–¡Es que no me gusta que me pinchen!
–Pero si un psicólogo no pone inyecciones, hijo. Sólo habla y te pide que dibujes.
–¡Yo no quiero hablar ni dibujar!
–¡Caramba hijo. Ahora sí que no te entiendo! –exclamó el padre que no
comprendía la negativa de su hijo–. Primero tienes miedo porque crees que el
psicólogo te pincha y ahora…
Elías no dejó que su padre acabara de hablar y gritó: –¡Yo no soy tonto!–, y se
escapó a buscar a su madre.
–¿Qué te pasa Elías? ¿Por qué corres y lloras? ¿Qué te has enfadado con tu
padre?
–¡No se qué tiene! –dijo el padre que iba detrás de Elías–. Está enfadado, dice
que él no quiere ir al psicólogo y que él no es tonto.
–¡Eso ya lo sé yo! ¿Cómo va a ser tonto mi niño? Dijo la madre mientras le daba
un beso en la mejilla.
–¿Y porqué tengo que ir al psicólogo entonces? Pau me dijo que el médico que
habla y hace dibujar es para tontos como Gabriel. A él siempre lo viene a buscar
uno de estos médicos y se lo lleva de la clase para hacerle dibujar. ¡Y yo no soy
como él! ¡No soy como Gabriel! ¡Él se porta mal, no sabe sumar y no habla bien! Yo
no soy como Gabriel, no soy como Gabriel… Elías no podía dejar de gritar. Estaba
muy enfadado y triste. Y sentía vergüenza. ¿Qué dirá Pau –que era su mejor amigo–
si se entera de que voy al psicólogo? Pensaba.
Los padres de Elías se miraron sin saber qué hacer. ¿Por dónde debían de
empezar? Primero tenían que calmar a Elías, dejarlo llorar, acariciarlo si se dejaba…
Entonces la madre tuvo una idea:
–¡Tengo un huevo de chocolate para ti, cariño! Mientras te lo vas comiendo, yo te
explicaré esto del psicólogo.
¡Ah, un huevo de chocolate! A Elías se le pasaban todos los males cuando le
hablaban de chocolate! Le gustaba muuuuuuucho el chocolate, decía siempre que
se le preguntaba.



Mientras Elías se comía el huevo, la madre le pidió que prestara mucha atención:
–¿Mamá te dice mentiras? Le preguntó en primer lugar.
–Elías hizo que no con la cabeza… mientras se chupaba los dedos llenos de
chocolate.
–Mañana, iremos al psicólogo. Muuuucha gente va al psicólogo. Gabriel, cariño,
no es tonto. Lo que le sucede es que le cuesta hablar bien, le cuesta aprender y en
la escuela tenéis a un psicólogo que lo ayuda. Le has de decir a Pau que no le
llame tonto a Gabriel. Pobrecito, se puede sentir muy mal. A Gabriel le cuestan
unas cosas, a Pau otras y a ti te cuesta dormir bien, te haces pipi en la cama y
tienes muchos miedos que no te dejan tranquilo. ¿Quieres seguir teniendo tanto
miedo?
–No mama, no quiero tener miedo… ¡Quiero ser valiente!
–¡Si tú ya eres muy valiente! Lo que ocurre es que hasta los valientes como tú
pueden tener miedo y hacerse pipi en la cama. Hay muchos tipos de psicólogo,
cariño. Unos están en el colegio para ayudar a los niños con el aprendizaje, otros
están en el ambulatorio para ayudar a que los niños no tengan miedo, a dejar de
hacerse pipi cuando los niños ya son grandes como tú y otras muchas cosas.
Mañana, iremos a uno de estos. Le explicaremos que eres un niño muy bueno, que
te portas muy bien, que ya sabes escribir muuuuuy bien… pero que, no sabemos
por qué, tienes miedo por la noche, me quieres siempre a tu lado para dormir y te
haces pipi encima todas las noches.
–¿Me ayudará a dejar de hacerme pipi?
–Eso espero cariño.
–¡Bieeeeeen! Exclamó Elías.
Y así fue como Elías supo lo que era un psicólogo.
Unos días más tarde, era él el que le pedía a la su madre: “Mamá, ¿cuando
volveremos a ir a ese psicólogo que habla y juega conmigo?

Enlace del texto:

Enlace del cuento:

 

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