Los Siete Pecados Capitales DE LOS EDUCADORES: N° 1 Corregir en público



Corregir a una persona en público es el primer pecado capital de la educación. Un educador nunca debe exponer el defecto de una persona, por grave que sea, frente a otros. La exposición pública provoca humillación y traumas complejos difíciles de superar. Un educador debe valorar a la persona que comete un error más que al error en si.

Los padres o maestros sólo, deben interferir en público cuando un joven ha ofendido o lastimado a alguien públicamente. Si lo hacen, deben actuar con prudencia para no echar más leña a la hoguera de las tensiones.

Había una adolescente de 12 años, muy inteligente y sociable, que era un poco obesa.

Aparentemente, no tenía problemas con su obesidad. Era una buena estudiante, participativa y respetada por sus compañeros.

Un día, su vida sufrió un cambio importante. Salió mal en un examen y hablo con su maestra acerca de sus calificaciones. La maestra, que estaba irritada por alguna otra razón, le lanzo un golpe mortal que cambio su vida para siempre, pues le llamo “gorda retrasada” frente a sus compañeros de clase.

Corregir a alguien públicamente es grave, pero humillarlo en público es devastador. Sus compañeros se burlaron de ella y, sintiéndose disminuida, inferior, se echo a llorar. Vivió una experiencia de alto volumen de tensión que se registro con un estatus privilegiado en el centro de su memoria, la memoria de uso continuo (MUC).

Si pensamos en la memoria como una gran ciudad, el trauma original producido por la humillación seria como una casucha en medio de un hermoso vecindario. La niña siguió leyendo el archivo que contenía este trauma y generó miles de pensamientos y reacciones emocionales con contenido negativo, que se registraron de nuevo, expandiendo la estructura del trauma. De esta manera, una “casucha” en la memoria puede contaminar un archivo completo.


Así que no es el trauma original el que se vuelve el gran villano de la salud psíquica, como pensaba Freud, sino su retroalimentación. Cada gesto hostil proveniente de otras personas se relacionaba con su trauma. Con el tiempo, ella creo miles de “casuchas” y donde una vez hubo un hermoso vecindario, se creo un paisaje desolado en el inconsciente.

Los adolescentes deben sentirse hermosos, aun cuando sean obesos, desaventajados físicamente o sus cuerpos no respondan a los estándares de belleza transmitidos por los medios. La belleza esta en los ojos de quien mira.

Pero, por desgracia, los medios han masacrado a los jóvenes al definir qué es hermoso en su inconsciente. Cada imagen de los modelos en las portadas de las revistas, en los comerciales y en los programas televisivos se registra en la memoria, formando matrices que discriminan a quienes no se ajustan a ese patrón. Este proceso aprisiona a los jóvenes, incluso a los más saludables. Cuando se miran al espejo, ¿qué es lo que ven? ¿Sus cualidades o sus defectos? Con frecuencia, sus defectos. Los medios, en apariencia tan inofensivos, han cometido una discriminación sin precedentes contra la gente joven.

Me gustaría que recordara que a través de este proceso un rechazo se vuelve un monstruo, un educador tenso se vuelve un flagelador, un elevador se vuelve una caja sin aire, una humillación pública paraliza la inteligencia y genera temor de exponer nuestras ideas.

La adolescente de nuestra historia comenzó a obstruir gradualmente su memoria con baja autoestima y con sentimientos de incapacidad. Dejo de sacar buenas calificaciones. Cristalizo una mentira: que no era inteligente. Tuvo varias crisis depresivas, perdió su gusto por la vida y a los 18 años trato de suicidarse.

Por fortuna, no murió. Busco tratamiento y logró superar su trauma. Esta joven no quería matar la vida; muy en el fondo, como todas las personas deprimidas, tenía hambre y sed de vivir. Lo que quería destruir era su dramático dolor, desesperación y sentimientos de inferioridad.

Regañar en público a los jóvenes y adultos, o señalar sus errores o defectos, puede generar un trauma inolvidable que los regirá de por vida. Incluso si los jóvenes lo desilusionan, no los humille. Aun cuando merezcan una reprimenda, trate de corregirlos en privado. Pero, especialmente, estimule a los jóvenes a reflexionar.

Quien estimula la reflexión es un artesano de la sabiduría.

 

©2009Feliz Autismo | by TNB